Venado, el cacique charrúa, le tendió
amistosamente al general Rivera el
cuchillo que éste le había pedido para picar su tabaco. Sin embargo, el militar
reaccionó inesperadamente; se echó hacia atrás, fingiendo sorpresa, y en el
mismo movimiento desenfundó su revólver y le disparó. Esa fue la señal que el
resto de sus tropas, unos mil doscientos hombres, estaba aguardando para
comenzar el ataque sobre los poco más de cuatrocientos indígenas charrúas
–entre hombres, mujeres y niños– que se habían reunido en las riberas del
arroyo Salsipuedes.
Era el 11 de abril de 1831.
Fructuoso Rivera
El General Fructuoso Rivera, primer presidente
electo de la novel República Oriental del Uruguay, llevaba algunos meses
planeando en secreto esa acción militar. Impulsado y presionado por los
hacendados y terratenientes del noroeste del territorio, que denunciaban la
presencia de los grupos seminómadas de indígenas en “sus” campos, Rivera
decidió, a principios de 1831, poner punto final al “problema charrúa”.
Y la suya sería una solución drástica y definitiva.
– Mirá, Don Frutos… ¡Tus soldados matando amigos!
A poco de comenzada la operación, otro de los caciques
charrúas llamado Vaimaca Pirú, le increpó así a su viejo
conocido, el General, por el inesperado ataque que su gente estaba
sufriendo.
Aprovechándose de la larga relación de camaradería y respeto
que mantenía con la nación charrúa, alimentada por cientos de campamentos y
tolderías compartidos durante las luchas revolucionarias, Rivera convocó a
todos los caciques charrúas para incorporarse a una nueva campaña militar que
supuestamente comandaría contra el sur de Brasil, con el objetivo de recuperar
ganado y repartirlo posteriormente entre quienes participaran de la expedición.
Confiados, los caciques acudieron a su llamada, llevando consigo a sus
guerreros, sus mujeres y sus niños, tal como era su costumbre, bien conocida
por Rivera. En resumen, la nación charrúa entera respondía a la llamada de su
viejo amigo, Don Frutos. El general Rivera, gran conocedor de la zona (baqueano),
escogió el lugar de la emboscada con sumo cuidado. Sacó a los charrúas de la
región de sierras y montes en las que se habían establecido y los citó en un
lugar llano, que no ofrecía escondites naturales donde pudieran guarecerse.
Así, recibió y agasajó a los charrúas en ese lugar con abundante comida y
bebida, y dio la señal de atacar cuando estaban completamente desprevenidos.
Después de agotados todos los recursos de prudencia y
humanidad, para atraer a la obediencia y a la vida tranquila y regular a las
indómitas tribus charrúas […] Se decidió poner en ejecución el único medio que
ya restaba, de sujetarlos por la fuerza […] Fueron en consecuencia atacados y
destruidos, quedando en el campo más de 40 cadáveres enemigos y el resto con 300
y más almas en poder de la división de operaciones.
Ese fue el comunicado oficial que el presidente Rivera envió
al presidente del Senado al día siguiente de la matanza. Sin embargo, las
cifras reales fueron otras; entre los charrúas muertos en el lugar de la
emboscada, los que lograron escapar y fueron asesinados durante los meses
siguientes, y los que murieron tras ser hechos prisioneros durante la larga
marcha de más de 400 kilómetros a pie hasta Montevideo… más de la mitad
de la nación charrúa fue aniquilada como consecuencia de la acción militar de
Rivera en Salsipuedes.
Sólo unos pocos lograron escapar y perderse en los campos,
evitando la muerte y la captura. Los que llegaron a Montevideo fueron
repartidos entre los habitantes de la capital como servidumbre, desmembrando
las familias charrúas según la conveniencia de sus nuevos “amos”,
perdieron rápidamente su identidad cultural, sus tradiciones y su forma de
vida. Por lo tanto, la solución final ideada por el general Fructuoso Rivera
para el “problema charrúa” fue realmente efectiva. En 1833, el viejo
cacique Vaimaca Pirú, su curandero Senaqué, el
guerrero Tacuabé y la india Guyunusa fueron
vendidos a un empresario francés que los embarcó rumbo a París para exhibirlos
como objetos exóticos. Los cuatro son conocidos como Los
Últimos Charrúas.
DIBUJOS DE LOS ALUMNOS